miércoles, 10 de junio de 2009

Un cuento para pensar

Sucedió una vez[1]

Una lluviosa noche, casi al filo de la madrugada, en un viejo café de una esquina de la ciudad, se reunieron viejos amigos intelectuales, para hablar de esas cosas de la vida que por lo general el común de la gente no se cuestiona.

Quizás la fuerza de los elementos los inspiraba, por eso alguien comenzó la conversación con el tema de la gran paradoja del Universo.

Algunos, arriesgaron algunas respuestas hasta que uno de ellos se refirió a una teoría muy antiguo, de más de cinco mil años atrás.

Aclaró a quienes lo escuchaban, que este conocimiento oculto fue celosamente guardado por muchos siglos para convertirse posteriormente en la fuente de inspiración de filosofías y religiones occidentales.

Ante el interés que causó esta afirmación, continuó explicando que estas enseñanzas se basaban en el dominio de las fuerzas mentales, siendo su principio fundamental el supuesto que sostiene que el Universo es mental.

Significa que vivimos en la mente del creador y si aceptamos las leyes que gobiernan el Universo, sólo con el poder de la voluntad, es posible cambiar de un estado mental no deseado a otro, neutralizando la oscilación rítmica pendular que tiende a arrastrarnos hacia ambos lados de los opuestos.

La mente, así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración. Es un arte, un método, y sólo se logra fijando la atención en el estado deseado. Por ejemplo, si tenemos miedo, es inútil perder el tiempo tratando de matar el miedo, sino que lo que debemos hacer es cultivar el valor, fijando la atención en ello; sólo así el miedo desaparecerá.
Ya era de día y los amigos se despidieron; sin antes comprometer a su elocuente amigo para una próxima reunión, sumamente interesados en comprender esta doctrina.
[1] Basado en “El Kybalion”

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